El coraje iluminó el viejo mundo con la nueva luz.

El coraje iluminó el viejo mundo con la nueva luz.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Siempre con nosotros.


Palmeras.
Cada día es más complicado moverse por el desierto en el que se ha convertido esta sociedad. Es circular por un clima hostil, donde todos somos granos de arena desplazándonos de un sitio para otro sin fijarnos en el de al lado más que para no tropezar con él y, a ser posible, no recibir demasiados impactos indeseados.

Pero para mí llegar a casa es llegar a un oasis en medio de ese desierto, donde el solo hecho de entrar me reconforta y me aísla del duro clima exterior. Y justo enfrente de mi oasis desde hace años me agrada ver unas espléndidas palmeras, que me reconfortan con su sombra, con su dulce sonido mecidas por el viento, siempre agradable, siempre suave, siempre en su justa medida y en su justo momento. Incluso cuando no las veo, me tranquiliza saber que están ahí.

Al poco tiempo nacieron dos palmeritas, a imagen y semejanza de las que ya estaban, multiplicando su efecto de felicidad en los habitantes de este lado del oasis, y han ido creciendo con una belleza y rectitud impecables, sin duda imitando a sus mayores, fijándose en ellos y guiados por ellos. Porque cuando intentas enseñar algo, aprenden de lo que te oyen decir, aprenden más de lo que te ven hacer, pero sobre todo, aprenden de cómo eres. Y cuando alguien es bueno, de él sólo se puede aprender algo bueno.

Ahora hemos dejado de ver la parte externa de una de ellas, pero queda la otra parte, la que va desde la superficie hasta muy profundo, las raíces, lo importante, que seguirá vivo aquí para siempre. Y de esa parte se nutrirá la hermosa palmera que ahí continúa, las palmeritas que están creciendo y, por supuesto, los que vivimos o visitamos de vez en cuando este remanso de paz y tranquilidad. Y nos vamos a volcar para cuidar esas raíces y su legado todo lo que podamos y más. Porque son raíces afianzadas, duras, resistentes y muy valiosas, que seguro que también desean que nos alimentemos de ellas para que pasen a ser parte de nosotros y, de esta manera, seguir viviendo por siempre en nuestro interior. Y al hacerlo, conseguiremos ser más amables, más tranquilos, más felices. Seremos mejores personas porque estará siempre con nosotros.

Siempre con nosotros.


En memoria de un gran amigo que dejó una gran huella en nuestros corazones.

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