El coraje iluminó el viejo mundo con la nueva luz.

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jueves, 6 de septiembre de 2012

Récord negativo de la banquisa del Ártico.


Extensión de la banquisa del Ártico.
  Esta entrada se escribió el 24 de agosto de 2012. Ese día, se superó el mínimo histórico de extensión de la banquisa del Ártico, que databa de 2007 con 4.254.531 km², con un dato de 4.209.219 km². Y aún quedan algunos días más de deshielo para alcanzar el mínimo, que suele darse entre la segunda y la tercera semana de septiembre, aunque, en mi opinión, tendremos un mínimo temprano debido a la latitud del hielo perdido, que será de rápida recuperación por el acortamiento de los días y la mayor inclinación solar, que reducen la insolación.

  Pero el problema está ahí: en los últimos años está disminuyendo la extensión y el área de la banquisa, así como el grosor del hielo que resiste, con cada vez menos hielo plurianual, lo que, de continuar la tendencia, como todo parece apuntar, no tardaremos muchos años en ver el Ártico libre de hielo en verano, o con mínima extensión. Y detrás vendrá Groenlandia, la mayor reserva de agua dulce del mundo, con hielo sobre tierra, no sobre el agua como ocurre en la banquisa, lo que producirá aumento del nivel del mar, a diferencia del deshielo ártico. En qué medida y cuánto afectará eso a la fauna y flora del planeta, es otra discusión distinta.

  Los efectos que esto tendrá sobre el clima también son fuente de debate, e incluso de discusión acalorada en algunos ámbitos por la cada vez más habitual costumbre de politizar todo. Pero parece claro que tendrá consecuencias.

  Aunque hay que matizar ciertos comentarios que se oyen en determinadas tertulias. Con esto del calentamiento global NO nos vamos a cargar el planeta, que seguirá dando vueltas por aquí durante muchísimos años. Lo que nos vamos a cargar son las condiciones óptimas de vida de muchísimos millones de animales (incluidos los más animales de todos) en partes de este planeta. Es decir, eliminamos la posibilidad de seguir viviendo en muchas zonas de este planeta, aunque el planeta siga aquí.

  Y esto supone que habrá mucho menos espacio para la misma o más cantidad de personas. Y me río yo de los flujos migratorios vividos hasta ahora. A ver si viéndolo así cambiamos la manera frívola de tratar esto por parte de algunos, por ser educado y no decirlo de otra manera. Porque me parece muy bien que cada uno quiera acabar su vida como le parezca o vea esto como algo inevitable, pero lo que no me gusta es que esa frivolidad signifique que tengo que ver morir o vivir mucho peor a mi familia por la pasividad o negación de otros. Y cuando hablo de familia me refiero a parientes de primer grado de consanguinidad y a primos lejanos de India o Indonesia, puesto que, no nos olvidemos, todos descendemos de antepasados comunes, vivieran hace 100 o hace 100.000.000 de años. Basta ya de politizar todo o de posicionarnos en un bando y defenderlo a muerte con la mente cerrada a todo lo que parezca contradecir nuestra postura. Algunos parecen (o parecemos, que igual yo tampoco veo todo y no lo sé) forofos de un equipo de fútbol y somos incapaces de reconocer que el otro equipo tiene argumentos para demostrar que estamos equivocados en nuestra manera de ver el desarrollo del partido. Ya solo el hecho de que haya "equipos" me parece nefasto y nada científico. Reconocer que estaba equivocado es reconocer que hoy se sabe más que ayer.

  Así que, dicho todo esto, me reitero en lo escrito hace más de un año: sea por el motivo que sea ese cambio, CO2, mayor actividad solar, ciclo normal del clima. . ¿Tanto nos cuesta tener un comportamiento menos agresivo con el Medio Ambiente?. Puede que no sirva para nada. Pero también puede que sí. Y es gratis en lo económico y muy rentable en lo moral (incluso algunas costumbres, también en lo económico: ¿alguien se ha fijado en la diferencia de consumo entre circular a 90km/h y a 120km/h?. Y el paisaje se ve de otra manera…).

  Esperemos que la tendencia revierta y no tengamos que hablar de nuevo del récord negativo de la banquisa del Ártico.


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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Realmente, ¿es lo que queremos?


Hace unos días se han anunciado unas medidas que, en mi opinión, son un cañonazo a la altura de la línea de flotación del sector público. Porque estas medidas son mucho más que un recorte del sueldo de los trabajadores públicos o un empeoramiento de sus condiciones laborales, que también. Son toda una declaración de intenciones acerca de cómo ha de ser el sector público de este país, muy en sintonía con la idea liberal de que cuanto más pequeño, mejor para la economía. Parece que las encuestas muestran que hay un amplio sector de la población que piensa así, pero si se le explica un poco más, ¿seguirá pensando lo mismo? Porque "lo público" es la sanidad, la educación, la policía o los bomberos, pero también es mucho más que eso. Realmente, ¿queremos estos servicios en manos privadas?

Realmente, ¿queremos que quien decida si un municipio puede o no construir un puerto para barcos de lujo sea un técnico cualificado de Medio Ambiente, sin más interés que el bien público de sus habitantes y de los de las localidades cercanas, o queremos que sea una empresa privada?

Realmente, ¿queremos que cuando se produzca otro desastre natural como el de Lorca o El Hierro, en lugar de trabajadores públicos cualificados, científicos o administrativos, sea una empresa privada la que  encargue de gestionarlo?

Realmente, ¿queremos que cuando tengamos que hacer la declaración de la renta (que seguiremos teniendo que hacerla), en lugar de usar una aplicación gratuita realizada por TIC (Técnicos en Informática y Comunicaciones) públicos, tengamos que pagar por un software realizado por una empresa privada o volver al lápiz y la calculadora?

Realmente, ¿queremos que cuando tengamos un conflicto de cualquier tipo, tengamos que recurrir a un juez de una empresa privada para que dicte sentencia?

Realmente, ¿queremos que quien decida dónde y de qué manera se puede construir en un municipio sea un técnico público o que sea una empresa privada?

Realmente, ¿queremos que un niño tenga derecho o no a una educación de calidad en función del dinero que hayan podido ahorrar sus padres? Aún en el supuesto, como se ha leído por ahí, de que esos padres hayan trabajado lo justo toda su vida, ¿queremos que lo paguen sus hijos?

Realmente, ¿queremos que en lugar de un grupo cualificado de trabajadores, sin mayor interés que el servicio publico, decida una empresa privada dónde se construye una carretera o dónde se coloca una salida de una autopista?

Realmente, ¿queremos que quien decida a quién se le dan ayudas públicas (que se seguirán dando), quien evalúe los proyectos que las recibirán o quien realice las auditorias necesarias para ver que el dinero se ha invertido correctamente, en lugar de ser trabajadores públicos, sea una empresa privada? ¿Una empresa privada como las auditoras que dieron la máxima calificación a entidades bancarias que quebraron poco después?

Realmente, ¿queremos que nuestros transportes ferroviarios, que tan buena nota obtienen en todas las encuestas, pasen a ser gestionados por empresas privadas? Tenemos aún reciente lo ocurrido con la privatización de la compañía aérea "de bandera" y estamos viendo el resultado de esa gestión privada...

Realmente, ¿queremos que las inspecciones de trabajo la realicen profesionales públicos o queremos que las realicen empresas privadas?

Realmente, ¿queremos que los desarrollos informáticos que han puesto a nuestra administración a la cabeza de las administraciones mundiales en cuanto a trámites que se pueden realizar de forma segura por Internet  se frenen o pasen a ser realizados por empresas privadas?.

Realmente, ¿queremos que la gestión de impuestos la realicen técnicos públicos o que las realicen empresas privadas?

Realmente, ¿queremos que la adjudicación de contratos públicos esté controlada por funcionarios o queremos que estén controlados por empresas privadas?

Realmente, ¿queremos que el control de la libre competencia esté en manos privadas?

Realmente, ¿queremos que quienes nos defiendan fuera de España, en cualquier mesa de reuniones, en lugar de ser cualificados técnicos comerciales al servicio del país, sean de una empresa privada?

Realmente, ¿queremos que al Estado le defienda ante cualquier tribunal un cuerpo de abogados cualificados o que sea una empresa privada?

Realmente, ¿queremos que nuestro patrimonio cultural, museos, edificios, lugares de interés, etc,, esté en manos privadas?

Realmente, ¿queremos que quien decida quién tiene derecho a prestaciones sociales, en lugar de trabajadores públicos cualificados sea una empresa privada?

Y por último, realmente, ¿queremos que quien apruebe, controle y audite en qué se gastan el dinero nuestros políticos, en lugar de ser trabajadores públicos, sea una empresa privada?

No tengo nada contra la empresa privada, y considero que muchas de las áreas de negocio de una economía tienen que estar en sus manos, y otras pueden tener una gestión mixta, pero también considero que determinadas áreas esenciales deben estar controladas por trabajadores cualificados que puedan hacer su trabajo, que puedan elaborar informes molestos para sus superiores o que puedan negarse a realizar determinadas tareas por vulnerar las leyes vigentes sin miedo a que les bajen el sueldo o les echen a la calle por ello.

Y conociendo todas las tareas que aún están en manos públicas, me atrevo a decir que quizá haya que reorganizar la administración, que quizá sus trabajadores no estén bien repartidos ni bien aprovechados, pero que, desde luego, no sobra ninguno de ellos teniendo tanta carencia como tenemos en determinados servicios y tanta demora en la resolución de otros. 

Quizá los que faltan son buenos gestores que sepan sacar lo mejor de todos ellos en lugar de desmotivarles, desprestigiarles y cuestionarles públicamente. Quizá sea también que para acceder a esos puestos de gestión fuera necesario exigir una titulación y pasar unas pruebas tan duras como las que tiene que pasar cualquier funcionario, en libre competencia con muchos otros opositores, en las que demuestren que están capacitados para el puesto. 

Por todo ello, vuelvo a preguntar y, por favor, piénselo bien antes de contestar: realmente, ¿es lo que queremos?

lunes, 3 de septiembre de 2012

Siempre con nosotros.


Palmeras.
Cada día es más complicado moverse por el desierto en el que se ha convertido esta sociedad. Es circular por un clima hostil, donde todos somos granos de arena desplazándonos de un sitio para otro sin fijarnos en el de al lado más que para no tropezar con él y, a ser posible, no recibir demasiados impactos indeseados.

Pero para mí llegar a casa es llegar a un oasis en medio de ese desierto, donde el solo hecho de entrar me reconforta y me aísla del duro clima exterior. Y justo enfrente de mi oasis desde hace años me agrada ver unas espléndidas palmeras, que me reconfortan con su sombra, con su dulce sonido mecidas por el viento, siempre agradable, siempre suave, siempre en su justa medida y en su justo momento. Incluso cuando no las veo, me tranquiliza saber que están ahí.

Al poco tiempo nacieron dos palmeritas, a imagen y semejanza de las que ya estaban, multiplicando su efecto de felicidad en los habitantes de este lado del oasis, y han ido creciendo con una belleza y rectitud impecables, sin duda imitando a sus mayores, fijándose en ellos y guiados por ellos. Porque cuando intentas enseñar algo, aprenden de lo que te oyen decir, aprenden más de lo que te ven hacer, pero sobre todo, aprenden de cómo eres. Y cuando alguien es bueno, de él sólo se puede aprender algo bueno.

Ahora hemos dejado de ver la parte externa de una de ellas, pero queda la otra parte, la que va desde la superficie hasta muy profundo, las raíces, lo importante, que seguirá vivo aquí para siempre. Y de esa parte se nutrirá la hermosa palmera que ahí continúa, las palmeritas que están creciendo y, por supuesto, los que vivimos o visitamos de vez en cuando este remanso de paz y tranquilidad. Y nos vamos a volcar para cuidar esas raíces y su legado todo lo que podamos y más. Porque son raíces afianzadas, duras, resistentes y muy valiosas, que seguro que también desean que nos alimentemos de ellas para que pasen a ser parte de nosotros y, de esta manera, seguir viviendo por siempre en nuestro interior. Y al hacerlo, conseguiremos ser más amables, más tranquilos, más felices. Seremos mejores personas porque estará siempre con nosotros.

Siempre con nosotros.


En memoria de un gran amigo que dejó una gran huella en nuestros corazones.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La importancia de la lectura.


    Sé que es un tema muy tratado, pero no por ello creo que se esté abordando en su justa medida. Últimamente me estoy fijando más en los correos que llegan a mi buzón, tanto personales como laborales, y también en las redacciones de algunos periodistas, y me parece que cada vez escribimos peor. Y si eso es con la escritura, de las conversaciones ya ni hablamos.

    Y creo que mucha culpa de eso lo tiene la falta de lectura. Antes se veía a mucha gente leyendo en el metro, y ahora, con los libros electrónicos, más cómodos que el papel para esas ocasiones, se sigue viendo a muchos hacerlo, pero, ¿qué ocurre si nos fijamos en su media de edad?. La mayoría de los que van leyendo superan los 30, e igual me quedo algo corto.

    La juventud de hoy, entre la que yo me encuentro de espíritu pero me temo que ya no por fecha de nacimiento, está siendo arrastrada a pasatiempos más cómodos que la lectura. Se les ve enganchados con el móvil, con la consola, los mp3, y demás aparatos tecnológicos de última generación. Y, seamos claros, eso es mucho más atractivo para ellos que un libro que ni siquiera tiene dibujos en 3D.

    El problema está en el abuso, como en casi todo. Esa afición crea adicción, y nos encontramos con chavales de 20-25 años que en su vida han leído un libro, salvo los obligatorios del colegio (si es que no se bajaron los trabajos de Internet y ni siquiera llegaron a comprárselo...). Ese colectivo, en el que por supuesto hay excepciones, no siente la más mínima atracción por esas tiendas tan raras que se llaman librerías. Y ven un libro de más de 50 páginas y les entra pánico escénico.

    Y, claro está, luego eso se refleja en su forma de escribir. No estoy reclamando que todos escribamos los informes laborales, ni mucho menos los correos más informales, como si se tratara de Hamlet o El Quijote, pero sí que al menos cumplan unos mínimos. No me refiero a erratas que todos cometemos, yo el primero, en alguna ocasión, puesto que todos somos humanos (y la “b” está tan cerca de la “v” en el teclado...). Me refiero a los estilos de redacciones enteras.

    Se nota la clara influencia de los SMS en los textos, eso de comerse letras para ahorrarse pulsos de las teclas, pero el problema va más allá. Abundan las faltas de ortografía, no ya las de palabras extrañas, sino de algunas de uso común: las “h” del verbo haber en los pretéritos perfectos (“a cantado”), las “b” y las “v”, las “d” de los participios pasados (“cantao”, “bailao”), los “pa que”, “pa cuando”, etc.

    Peor aún es el uso de los signos de puntuación. Parece que todo el mundo quiere imitar a Saramago (recuerdo lo que disfruté con su “Ensayo sobre la ceguera”, pero lo que me costó al principio coger su peculiar estilo), pero Saramago sólo hay uno. Hay párrafos de varias líneas en los que no aparece ni una coma, y, o tienes la capacidad pulmonar de un maratoniano, o puedes morir en el intento si lo lees del tirón. Y, además de esta función, una buena puntuación ayuda bastante a entender lo que se quiere decir, y evita leerse varias veces la misma frase para comprender lo que quieren decirnos.

    De acentos, mejor no hablamos, ¿verdad?. Esos, total, “como nadie los pone....”.

    Así que llega un punto en el que somos más permisivos con otros males como el “Haber” y el “A ver”, el “en base a”, “a nivel de”, “andé” y demás.

    Y sorprende más encontrarse muchos de estos errores en textos profesionales, cuando ya todas las herramientas incorporan de serie un corrector ortográfico. Y también en los medios de comunicación, que tanto influyen en la cultura popular, no ya sólo ortográficos. Por ejemplo, ¿nadie puede decirle a los periodistas que la magnitud de los terremotos no se miden en grados?. Un terremoto es de magnitud 6 ó 7 en la escala de Richter, pero no de 6 ó 7 “grados” en esa escala. Y no es “coeficiente intelectual” sino “cociente intelectual”. Los contertulios de los programas del hígado, perdón, del corazón, merecerían una entrada entera sólo para ellos, así que mejor los obviamos.

    Creo que es labor de los educadores, maestros y, sobre todo, padres, fomentar ese “vicio” desde pequeñitos, por el bien de nuestra lengua. Está demostrado que si obligas a los niños a leer, puedes conseguir el efecto contrario al deseado, pero si un niño ve leer a sus padres, lo más seguro es que salga también lector. Aunque sólo sea por efecto imitación que les llevará a descubrir el placer de un buen libro.

    Por mi parte, seguiré leyendo para intentar mejorar y corregir todos los defectos que sé que tengo. Por intentarlo, que no quede. E intentaré seguir escribiendo, porque además eso te evade de los problemas que estresan tu mente y, por un instante, te hacen desconectar de ellos. Es recomendable como terapia.

    Y ya puestos, agradecería cualquier comentario que me ayudara a corregirme. Reconocer que estaba equivocado, es reconocer que hoy se sabe un poco más que ayer.

   De cualquier libro, por malo que sea, se aprende algo. Por eso, en cualquier caso, no hay que olvidar la importancia de la lectura.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Cuestión de educación.


Familia de India.
    Hay muchas actitudes que se aprenden siendo niño y no se olvidan nunca. La mayoría de ellas se extraen, sin ni siquiera saberlo, del entorno, de la familia, de la sociedad. Nuestros hijos aprenden de lo que les decimos, aprenden más de lo que hacemos y, sobre todo, aprenden de lo que somos. De nada sirve decirle al niño que no tire el papel al suelo si constantemente ve a su alrededor adultos tirarlos sin reparos.

    Quien haya viajado un poco fuera de las fronteras del país que le vio nacer se habrá dado cuanta de cuán diferentes somos. Pondré tres ejemplos vividos en primera persona.

    El primero de ellos lo vi en Noruega. Cuando circulábamos por el interior del país, me sorprendió ver pequeñas mesas con cestas llenas de fresas. Tenían escrito el precio en un cartón y nadie las vigilaba, estando las casas más cercanas lo suficientemente alejadas como para no poder hacer nada si el que detenía su coche junto al puesto se marchaba sin pagar. Pues aunque para un ciudadano de cultura mediterránea sea difícil de entender, allí estaban no sólo las fresas, sino la cajita con el dinero depositado por otros que pasaron por allí antes que yo, cogieron sus fresas y pagaron éticamente.

    El segundo fue a las afueras de Amsterdam. Desde la ventanilla del autobús que nos llevó a Voldam, pude ver casas preciosas con su jardín perfectamente cuidado, sus mesas y sillas de madera, su plantas y demás mobiliario y sus vallas que lo rodeaban de … ¡¡ unos 40 ó 50 centímetros de altura !!. Y allí estaban. ¿Alguien se imagina cuánto duraría todo eso en cualquiera de las urbanizaciones de las afueras de, por ejemplo, Madrid?.

    Y el tercero, y sin duda el que más me ha marcado, lo viví en India, en la región del Rajastan. Alquilamos un coche con conductor y eso tiene la ventaja de poder parar cuándo y dónde te apetezca. Vimos una familia trabajando en el campo, la familia de la foto que ilustra esta entrada, y le pedí parar porque tenía curiosidad por ver que llevaban para comer en unos curiosos recipientes parecidos a los termos que utilizamos en España para mantener la comida fría o caliente. Estaban los padres y dos niños. El conductor nos servía de intérprete y nos dijeron que trabajaban casi de sol a sol. Les pedimos por favor si nos podían enseñar que llevaban en ese recipiente y nos enseñaron su comida para todo el día. Eran unas pocas legumbres y unas chapatis, una especie de tortas de pan muy finas muy comunes por toda aquella zona. Nos sorprendió mucho ver lo poco que tenían para pasar el día bajo un sol inclemente y una humedad altísima que hacía mucho más penoso su trabajo. Pero aún más nos sorprendió lo que ocurrió después. Tras darles las gracias por su explicación y despedirnos, nos dirigimos al coche y oímos que nos llamaban y dijeron algo que, lógicamente, no entendimos. Cuando nos lo tradujo el conductor, nos quedamos de piedra. Estaban sorprendidos porque pensaban que nos íbamos a quedar con ellos, y estaban dispuestos a compartir lo poquísimo que tenían (a ojos de un occidental), con nosotros. En su cultura, la hospitalidad está por encima de todo. Incluso por encima del hambre.

    Todas estas actitudes estoy seguro que se graban a fuego en la infancia. Por supuesto, hay excepciones como para todo en la vida, pero si se aprendieron siendo joven, uno se las lleva consigo a la tumba. Y, de igual manera, si no se aprendieron, costará mucho más hacerlas de manera natural. Y eso es lo que preocupa y entristece al mirar la sociedad en la que vivimos. La mayoría de la gente parece crispada. Es curioso ver como mucha gente se ha olvidado de pensar por su cuenta y se limitan a colocarse en un bando y a seguir a su líder pase lo que pase y diga lo que diga. Y da igual que se trate de fútbol, política, religión o cualquier otro aspecto de la vida.

    Si se publica un comentario de algún personaje notorio en la prensa, la gente lo primero que mira es quién lo ha dicho para saber si está a favor o en contra. Lo que dijera, importa menos. Si quién lo dijo es de su lado, está de acuerdo, faltaría más. Y si lo dijo el de enfrente, no podrá estar más en desacuerdo. Por supuesto, de fútbol ni hablamos. Tiene que haber una patada que le produzca una fractura abierta de tibia y peroné al contrario para que el forofo admita que cabe cierta duda en si fue penalti o no. Aunque, por supuesto, muy claro no quedó.

    Y cada vez estoy más convencido de que todo esto se debe a que de pequeños no se les enseñó a pensar lo suficiente por su cuenta. Se sustituyen las tertulias familiares en la cena por la mirada hipnotizada al televisor. Los juegos con los amigos al enganche a la consola. Los libros por los juegos de ordenador. Los documentales educativos por las tertulias de telebasura en la que la educación brilla por su ausencia y gana el que más grita. Es el triunfo de la mala educación que se traslada al resto de la vida. Tristemente, en cualquier reunión mal moderada, ganará el que más grite, más interrumpa y más mala educación demuestre. Al educado, no acostumbrado a eso, le hará imposible exponer sus ideas interrumpiéndole constantemente, y el resto de la audiencia, no se atreverá a opinar por miedo a ser el nuevo objetivo del violento. Y eso sí, nunca discutas con una persona de mala educación, porque te hará descender a su nivel y ahí te ganará por experiencia. Eso supongo que todos lo hemos vivido alguna vez. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que tu vecino te dice sin ninguna vergüenza que cobra parte de su sueldo “en negro” o que él siempre que puede no pide factura y se ahorra impuestos. Hace tiempo me dijeron que el español es el único que si le cobran de menos en la comida, no sólo no dice nada sino que encima al día siguiente presume de ello en el trabajo. El problema es que todo lo que esa gente deja de pagar, lo tienen que pagar los “educados”.

    Por eso se tendría que dar mucho más valor a la educación en valores en la infancia. Y no sólo en el colegio, sino también en cada casa, en cada familia o en los medios de comunicación. En definitiva, en toda la sociedad.
   
    Apaguemos la televisión. Volvamos a charlar en familia y a preguntarnos cómo nos fue el día. Volvamos a salir al campo e incitémosles a inventarse sus propios juegos. Volvamos a disfrutar con la lectura de un buen libro y ellos nos imitarán. Porque cómo sean en el futuro nuestros jóvenes dependerá de lo que hayan aprendido en su niñez. Y cuando veamos lo que cuesta dar esa buena educación a nuestros hijos, nos daremos cuenta de la deuda que tenemos pendiente con nuestros padres.

    Cuestión de educación.