Playa de Cádiz. |
La vida sonreía a La Familia y todo parecía ir viento en popa, hasta que de repente se empezaron a ver nubarrones en el horizonte. Los abuelos empezaron a echar cuentas y vieron que no salían. Parece que algunos de sus miembros había vivido por encima de sus posibilidades. Ellos habían tutelado de siempre a toda la prole, desde que tuvieron su primer hijo hasta el que llegó el último de sus bisnietos, y así seguían hoy en día. Nadie discutía sus directrices y manejan todos los detalles.
Disfrutaban de su jubilación viajando prácticamente todo el año alrededor del mundo, y volviendo solo de vez en cuando a su palacete en la mejor zona de la ciudad, atendida los 365 del año por las 8 personas que estaban a su servicio, que se encargaban de cuidar la casa, los jardines y la estupenda colección de coches que tenían.
Vivían de la pensión pública y, sobre todo, de administrar la pequeña fortuna familiar a la que todos los miembros aportaban una parte importante de sus ingresos laborales.
Pero al llegar la crisis económica, parecía que todo aquello peligraba, así que se hizo imprescindible tomar medidas urgentes de ajuste.
Lo primero fue, naturalmente, exigir que ese aporte fuera mayor, aunque eso supusiera que tuvieran que buscarse algún que otro trabajillo para sus horas libres. Esto hizo que desde los hijos hasta los bisnietos, empezaran a notar que su calidad de vida menguaba.
Como esto parecía no ser suficiente y peligraba la categoría de los hoteles en los que se alojaban en sus siempre lujosas vacaciones, decidieron imponer más medidas a sus vástagos, siempre, claro está, por el bien de La Familia.
Vieron que los más pequeños gastaban mucho en educación: eso se acabó. Y, por supuesto, los mayores ya estaban en edad de trabajar, y eso de la Universidad era demasiado caro: a buscar trabajo para aportar más ingresos a La Familia. Y claro, si no había dinero para los estudios, menos aún para ir de vacaciones, que eso es un derroche: en casita con ventilador (nada de aire acondicionado, que consume mucho). Y en invierno, jerséis de lana y mantita, nada de calefacción.
Y así iban pasando los meses, pero aquello seguía sin ir del todo fino. Y estando los abuelos descansando en el Caribe, pensaron en nuevas medidas para el bien de La Familia.
Vieron que los hijos y nietos estaban ya al borde del infarto y apenas llegaban a fin de mes, así que se les ocurrió una nueva idea: que vendieran sus casas y se fueran de alquiler a unas más baratitas. Todas menos el palacete de los abuelos, claro, que eso era de La Familia de toda la vida. Eso sí: los abuelos decidieron predicar con el ejemplo y aplicar ajustes en su casa: les bajaron el sueldo a sus empleados un 20% y despidieron a 2. Por descontado, el trabajo que hacían se repartió entre el resto. Y si a alguno no le gusta, ya sabe dónde está la puerta, que hay muchos en la calle encantados de hacerse con el puesto. Y recortarían también en sus continuos viajes: a partir de ese momento, sintiéndolo mucho, no podrían traer los típicos recuerdos a sus hijos y nietos. Que se note que ellos son los que dirigen todo, pero que también se aprietan el cinturón.
Otra partida importante era el cuidado de la bisabuela. Eso era carísimo, y habría que recortar en esos medicamentos tan caros y ese lujo de tener a alguien que la cuide y la saque a pasear todos los días. Aquí si se notó el ahorro, porque, por desgracia, falleció a los seis meses.
Y nada de aparatitos para corregir los dientes de los niños, que eso no es necesario. Y tampoco podrían permitirse eso de ir al médico como antes, que luego recetan medicinas carísimas. A curarse los resfriados sudando en la cama, como toda la vida y sin faltar al trabajo, por descontado. Aquí se hace una excepción, claro: los abuelos. "Somos mayores y a nuestra edad es necesario cuidarse lo máximo posible, que ya nos queda poco..." Eso incluye la visita al balneario cada 3 meses y la visita al palacete del fisioterapeuta para el masaje descontracturante semanal, que la abuela está muy mal de su espalda, pobre.
Y donde también hubo superávit fue en el transporte: se vendieron todos los coches y empezaron a usar transporte público. Menos la colección del abuelo, claro, que esos también eran de La Familia de toda la vida.
Y así, los cuatro hijos, sus parejas, los nietos y los bisnietos pasaron unos años bastante apurados, y empezaron a oírse las primeras quejas, aunque leves, claro, que nadie osaba levantar la voz a los abuelos. Incluso hubo movimientos para que no fuera solo el abuelo el que manejara las finanzas familiares y fuera más transparente su gestión.
Ante esto, los abuelos decidieron hablar claro a su prole y mostraron los números de su gestión: hace años, los gastos superaban a los ingresos, e iban de lleno al abismo, pero hoy, gracias a su gran gestión, los números cuadraban y, muestra de ello, de la clara recuperación de la economía familiar, era que por primera vez en años, este verano les iban a permitir a todos irse una semana de vacaciones a una casita rural. E incluso quizá podrían ajustar un poco más y comprarles entradas para ir al cine una vez cada tres meses.
Y dicho esto, parece que todos se quedaron más contentos. ¡Qué buenos los abuelos que han sacada a esta familia de la ruina!
Así que, calmada la familia, los abuelos pudieron irse de nuevo de vacaciones para recuperar fuerzas, claro. Llevaban tiempo queriendo conocer Australia, y se lo habían merecido. ¡Qué sería de La Familia sin ellos!
La vida sonreía a La Familia.